martes, 6 de enero de 2009

Como conducir en Lisboa y no morir en el intento


Lisboa. Portugal. ¿Alguien le habrá explicado a los portugueses que existen las señales de tráfico?.
Al parecer, la economía portuguesa no está muy bollante, ya que el dinero sólo les da para poner los nombres de los ríos (algo así como 12 señales de ribeiras en cosas de 5 kilómetros), alicatar las casas por fuera (al menos espero que también las tengan alicatadas por dentro) y cual hormiguitas, solar las aceras y calles con millones y millones de piedrecitas que le hacen a uno el paseo de lo más agradable. Cómo se nota que las calles las diseñan los hombres y que estos no llevan tacones.

El día 30, Mai, su novio, su hermano y otros cuatro amigos nos dispusimos a visitar LISBOA. El mismo día por la mañana comenzaron las bajas y finalmente sólo nos fuimos cuatro. YO y los tres primeros mencionados, ya que los otros se pusieron malos, colitis, resfriados, herpes, etc..¿No sería que ninguno quería llevar el coche para ir a Lisboa?.
La entrada, fué un poco catalana...peaje...peaje...peaje... Pero una vez dentro de la ciudad la cosa no pintaba muy mal. Aparcamos rápidamente en batería, no sin que antes un loco al volante nos hiciese la pirula. Yo andaba dispuesta a dejar el coche ahí y no moverlo en lo que quedaba del día, ya que al parecer los transportes públicos funcionan muy bien. (No me extraña, en el tranvía no paga ni dios), pero al hermano de Mai se le ocurrió ponerse a preguntar a los portugueses. Uno de estos curiosos individuos le indicó que llegar a la Plaza del comercio era de lo más fácil. Solo había que girar en el segundo desvio a la izquierda y después continuar recto. Decidimos acercarnos al famoso lugar.
El hermano de Mai no debía entender muy bien el portugués, porque por supuesto, nada más arrancar el coche, lo primero que nos encontramos fue una rotonda, la cual tomamos de frente, y nunca más volvimos a ver un desvió. No nos quedó más remedio que hacer un cambio de sentido ya que si continuábamos así nos salíamos de nuevo de la ciudad. Hubo que preguntar como cuatro veces más; conducir entre tranvías; tomar calles de dirección única; meternos por carriles sólo para transportes públicos; etc. Por fín, un amabile taxista nos indica el modo de llegar a la plaza del Comercio. Al parecer, era todo recto siguiendo continuamente con el río en la parte derecha. Bueno, pues eso hicimos. Pero la operación no era tan fácil como parecía.

El taxista iba delante de nosotros, nosotros detrás, la vía era de dos carriles. Todo iba de miedo. No había demasiado tráfico en esa via...el problema es que la cosa no pintaba normal del todo, ya que todos los coches iban por una vía paralela de cuatro carriles a la cual no podíamos acceder ya que había una pequeña mediana. ¿por qué todos iban por allí?...La respuesta a mis preguntas llegó pronto.

¿En qué momento la vía que llevábamos había dejado de ser lo que era?.
¿Alguien puede imaguinar la sensación de ver un tranvía que se acerca en dirección contraria a la tuya por tu mismo carril?...AAAaaaaahhhhhhh!.
Lo único que le queda a uno es cambiar de carril y parar el coche lo antes posible. El taxista me riñó desde su vehículo que estaba parado en el semáforo. ¿Pero como coño voy a saber yo que eso era sólo carril para tranvías y encima de sentido contrario si no había ninguna indicación?.
Aún ni sé cómo salí de allí en el primer trocito de mediana que había discontinuo. Aparqué el coche lo antes posible en el primer parking que encontré y no volví a mover el coche hasta el momento del regreso...Que también tiene tela.